23 de junio. Es la noche de San Juan en uno de los pueblos de La Vall de Boí. Una comitiva de hombres y mujeres baja con grandes antorchas encendidas de un lugar elevado de la montaña, el Faro, guiados por el fadrí major (mozo mayor) o capataz. La hilera, en forma de serpiente de fuego, va descendiendo hasta llegar al pueblo, donde es recibida con comida y vino y con el sonido de la música y las campanas.

La fiesta continúa durante toda la noche en torno a las fallas que, en forma de hoguera, se acaban de consumir. En la celebración participan los habitantes del pueblo, gente vinculada de alguna forma con este o incluso, en algunos casos, visitantes que se animan a vivir una noche mágica y con un punto de misticismo que la hace única. 

La mayoría de las bajadas de fallas tienen lugar en la noche de San Juan, el 23 de junio, y los días posteriores. La razón es que del 21 al 24 de junio, el astro que todo lo ilumina está situado en su punto más alto; es entonces cuando se hace visible durante más tiempo y en que más horas al día calienta la superficie de la Tierra. El solsticio, fiel indicador del cambio de estación, da la bienvenida a los meses más esperados del año: el verano. Desde tiempos remotos, la humanidad celebra este momento con toda suerte de rituales mágicos y hogueras curativas. Es, pues, una fiesta ancestral, que se ha mantenido en estos pueblos perdidos entre montañas y valles y que hoy tenemos la oportunidad de vivir desde dentro.

Las bajadas de fallas se celebran en diferentes poblaciones de La Vall de Boí y de toda la comarca de la Alta Ribagorça (en Durro, Senet, Vilaller, Llesp, El Pont de Suert, Barruera, Boí, Erill la Vall y Taüll) a partir del 23 de junio y hasta mediados de julio. También se llevan a cabo en otros pueblos de los Pirineos de Cataluña (como Isil, donde también fueron declaradas Fiesta Tradicional de Interés Nacional), Andorra, Aragón y el sur de Francia. En la Val d’Aran adoptan el nombre de fiestas deth Taro en Arties y deth Haro en el pueblo de Les, y consisten en quemar un abeto durante la noche más corta del año, la víspera de San Juan. Además de las fiestas estivales, hay dos que se celebran en invierno, concretamente en Nochebuena: reciben el nombre de Fia-faia y tienen como escenario las localidades de Bagà y Sant Julià de Cerdanyola. Todas estas fiestas fueron declaradas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en noviembre de 2015, dentro de la candidatura que llevaba el nombre de «Las fiestas del fuego de los Pirineos».