El escenario: el único gran desfiladero de Cataluña que se mantiene virgen sin que lo atraviese ninguna carretera, ferrocarril o línea eléctrica. El decorado: un río, un par de riscos imponentes y unas vistas que cortan el aliento. El hilo musical: un silencio solo roto por el batir de las alas de las rapaces que habitan el lugar, como el quebrantahuesos o el buitre. Los actores y las actrices: cualquiera que esté dispuesto a vivir una aventura no apta para gente con vértigo pero acondicionada y segura para todos los públicos. El espectáculo está a punto de empezar.

Antes de llegar al desfiladero, nos detenemos en algunos pueblos y parajes que nos regala la carretera de acceso. Como Alsamora, con su torre de defensa, antiguo castillo de frontera de la Cataluña medieval. La ruta se inicia en la pasarela metálica colgante que atraviesa el barranco de la Maçana, donde comienza el cañón. Poco a poco, el camino va ascendiendo y nos adentramos en un sendero excavado en la roca y literalmente colgado de la pared rocosa que nos ofrece unas vistas espectaculares. Un pasamanos nos ayudará a sentirnos más seguros mientras caminamos. Paso a paso, escuchamos el silencio y, de vez en cuando, nos detenemos y miramos hacia arriba para contemplar el vuelo de aves como quebrantahuesos, alimoches, halcones, águilas reales o buitres. El desfiladero es su casa. Por ello, el lugar ha sido declarado refugio de fauna salvaje. 

Continuamos la ruta a través del camino suspendido en la roca, contemplando las gigantescas paredes que nos rodean, que llegan a alcanzar más de 500 metros de caída vertical, con puntos donde la anchura mínima es de tan solo 20 metros. Es imposible no detenerse a cada paso para hacer una foto o para fijar la atención en los diferentes elementos de interés, como la cueva de la Colomera o el mirador sobre el pantano de Canelles.

Ya al final del recorrido, la ermita de la Pertusa, situada en lo alto de un acantilado, a 685 metros de altura, domina, imperturbable, el paisaje desde hace ocho siglos. El templo forma parte de las llamadas ermitas colgadas de Àger, un grupo de doce pequeñas capillas situadas en lugares inverosímiles. Dicen que las construían en estos puntos porque eran estratégicos y desde ellas se podía dominar el paisaje. El resultado son estampas impresionantes que invitan a detenerse y a soñar despiertos por unos instantes. 

Las especiales condiciones de la sierra del Montsec, donde se encuentra el desfiladero de Mont-rebei, la han convertido en un paraíso para los amantes del excursionismo, pero también para los aficionados al vuelo en parapente o en ala delta. La orientación sur de sus laderas facilita la formación de las corrientes térmicas en el aire, tan necesarias para la práctica de estos deportes. En solo cuatro días se puede aprender a volar solo en parapente; además, sin tener ningún tipo de experiencia es posible disfrutar de un vuelo biplaza para vivir el paisaje de Mont-rebei desde otra perspectiva.