Paseando por el claustro de la catedral de La Seu d’Urgell es fácil hallar la inspiración. Quizá para hacer un dibujo, una fotografía o un poema. O, simplemente, para pensar en todo lo que nos hace felices o queremos mejorar. Es uno de aquellos lugares especiales que ayudan a encontrarse a uno mismo, un espacio silencioso donde los minutos y las horas parecen transcurrir a un ritmo más lento, como si el tiempo se detuviera para ofrecer al viajero que pone los pies en ella un paréntesis en su ajetreada vida cotidiana. Las sensaciones son intensas. Sentimos vértigo cuando descubrimos que las paredes y tres de las galerías de arcos románicos que se alzan ante nosotros son del siglo xi, y nos emocionamos contemplando los diferentes motivos que decoran los capiteles. Son motivos vegetales, zoomórficos, de figuras humanas o de monstruos, y representan el miedo, la alegría, la vergüenza, el pecado, la naturaleza, la alegría, el amor...

Uno de los principales atractivos de la visita a esta catedral es el claustro, un gran espacio de contemplación que no deja indiferente a nadie. Pero también impresionan, por sus dimensiones, la iglesia, el campanario y el precioso ábside central, coronado en su parte superior por una galería de arcos asentados sobre columnas. Es un rasgo que recuerda numerosas iglesias y catedrales del norte de Italia y de Alemania. En este punto, es momento de pensar en el nombre de la población en que nos encontramos, La Seu d’Urgell (que quiere decir, «la catedral de Urgell»), y obtener una gran pista sobre la importancia que este templo y esta ciudad tuvieron en la época medieval, cuando constituían uno de los grandes centros religiosos del Pirineo y uno de los baluartes defensivos de la zona.

En una visita guiada descubrimos estos y otros episodios importantes de su historia, como que fue construida durante el siglo xii sobre una iglesia visigótica más antigua, que es el edificio de inspiración lombarda más importante de Cataluña y la única catedral íntegramente románica del país, o que a lo largo del tiempo el templo ha experimentado numerosas transformaciones. La visita nos acerca a dos de las joyas más preciadas de la iglesia: la virgen de Urgell, que preside el absidiolo del altar mayor, de estilo románico tardío, y que es una de las mejores tallas policromadas del país, y el impresionante retablo de San Ermengol, de los siglos xvi-xviii. Finalmente, nos invita a visitar el Espacio Ermengol, dedicado a un personaje emblemático en la historia medieval de la ciudad, y el Museo Diocesano, situado al oeste del templo, donde se conservan diversas piezas fundamentales de arte religioso, como el Beatus de La Seu d’Urgell o la urna de plata de San Ermengol, una de las tres máximas expresiones de la orfebrería barroca catalana.

El claustro de la catedral de La Seu d’Urgell es uno de los escenarios del Festival de Música Antigua de los Pirineos, FeMAP, que se celebra durante los meses de julio y agosto en diferentes espacios emblemáticos de los pueblos y parajes pirenaicos.